18.4.07
El tren
Nunca lo tomo, pero el otro día ameritó a que lo haga.
Misteriosamente se quedó en la estación como 4 minutos. Fueron suficientes.
Observo por la ventanilla, sobre la vía izquierda, posada, una mariposa. Aproximadamente unos seis centímetros de envergadura. Los colores eran vivaces: un color anaranjado intenso y un amarillo oscuro, remarcados por un negro pardo que formaba diseños irregulares y redondeados. Los bordes de las alas, además de negro, tenían un tinte violáceo, que engrosaba el contorno de las mismas. Su cuerpo tendría unos cuatro centímetros de largo, color marrón oscuro, con delgadas franjas transversales color rubio que decoraban su tórax. De su cabeza salían dos pequeñas antenas, casi imperceptibles.
Su ala izquierda, en su parte inferior, tenía una porción quebrada, en forma triangular. Tal vez acción de un descuido o ataque de algún depredador. El viento hacía que no sólo el cuerpo se tambalease a su ritmo, sino que también ésta porción colgante se moviera al doble de velocidad, llamando la atención de quien mirase.
Tanto esplendor, fruto genial y único de la naturaleza, posaba sobre la vía del ferrocarril Mitre, camino a provincia.
Tanta energía, tanta vida, de ambas partes: del lepidóptero en cuestión y de la formación que se acercaba. Ignorantes ambos de la existencia del otro, colisionaron sin querer.
Cuando la maquinaria ferroviaria pasó, se llevo esa gota de vida. Para siempre.
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Nunca lo tomo, pero el otro día ameritó a que lo haga.
Misteriosamente se quedó en la estación como 4 minutos. Fueron suficientes.
Observo por la ventanilla, sobre la vía izquierda, posada, una mariposa. Aproximadamente unos seis centímetros de envergadura. Los colores eran vivaces: un color anaranjado intenso y un amarillo oscuro, remarcados por un negro pardo que formaba diseños irregulares y redondeados. Los bordes de las alas, además de negro, tenían un tinte violáceo, que engrosaba el contorno de las mismas. Su cuerpo tendría unos cuatro centímetros de largo, color marrón oscuro, con delgadas franjas transversales color rubio que decoraban su tórax. De su cabeza salían dos pequeñas antenas, casi imperceptibles.
Su ala izquierda, en su parte inferior, tenía una porción quebrada, en forma triangular. Tal vez acción de un descuido o ataque de algún depredador. El viento hacía que no sólo el cuerpo se tambalease a su ritmo, sino que también ésta porción colgante se moviera al doble de velocidad, llamando la atención de quien mirase.
Tanto esplendor, fruto genial y único de la naturaleza, posaba sobre la vía del ferrocarril Mitre, camino a provincia.
Tanta energía, tanta vida, de ambas partes: del lepidóptero en cuestión y de la formación que se acercaba. Ignorantes ambos de la existencia del otro, colisionaron sin querer.
Cuando la maquinaria ferroviaria pasó, se llevo esa gota de vida. Para siempre.
